4 técnicas para cuando olvidas tu discurso
¿Qué hago si me quedo en blanco durante mi exposición?
Es una de las preguntas más recurrentes en todos los cursos de Oratoria. De hecho, quedarse en blanco es una de las preocupaciones más profundas de cualquier persona que realice presentaciones en público, incluso de ponentes profesionales habituados a hablar sobre un escenario.
Quedarse en blanco es algo que puede suceder, además, en cualquier contexto. No hace falta que sea una conferencia o una exposición ante una gran audiencia. Puede suceder incluso en la presentación ante un cliente, en una reunión en la empresa, con tu jefe o con tu equipo. Y en la vida personal también los nervios nos pueden jugar una mala pasada si no nos salen las palabras adecuadas en momentos cruciales de la vida. ¿Quién no se ha quedado sin palabras cuando por fin puede hablar con el chico o la chica que le gusta?
En este artículo te voy a contar:
- Porqué nos sucede.
- Cómo gestionar esos olvidos.
Quedarse en blanco es normal.
Nos ponemos nerviosos ante una audiencia. ¿Por qué sucede esto si “yo sé perfectamente de lo que estoy hablando y domino el tema”?
Es lógico. Hay más o menos personas que nos miran fijamente y nuestro sistema reacciona igual que si estuviera en peligro. Realmente, nos estamos exponiendo ante otros seres a todos los niveles, tanto físico (nos miran) como mental (juicios, opiniones). Imagina que entras a un bar y quince personas se te quedan mirando fijamente ¿no te pondrías en guardia? Es lo mismo. Desconocemos las intenciones del otro y se activan los dispositivos de alerta de tu cuerpo.
En esta situación de estrés, el organismo reacciona activando y dirigiendo la atención a estímulos externos para defenderte o para atacar, porque considera que estás en una situación de peligro. Esto supone que activa el sistema muscular y el sistema nervioso para que salgas corriendo rápidamente de ahí o ataques con todas tus fuerzas. Por eso sudas, tiemblas y se te seca la boca.
Es lógico. Ante una situación de peligro te defiendes o huyes. No es momento de sentarse a razonar con ese “león” que viene a comerte. Se activan las defensas en detrimento de tu capacidad de razonar y de pensar con claridad.
El estrés produce una reacción neuroquímica en cadena que interfiere en el hipocampo, que es donde almacenamos los recuerdos que pueden ser expresados verbalmente. Como si las palabras se dirigieran a un callejón sin salida, no pueden ser transmitidas. Están ahí, pero no pueden salir por tu boca.
Todo el mundo siente este tipo de estrés. Todo el mundo se queda en blanco. Hasta los ponentes más experimentados.
¿Qué puedes HACER si te quedas en blanco?
Básicamente, NO LO DIGAS. Nadie sabía qué iba a continuación y si tu discurso sigue por otro sitio nadie va a notar la diferencia. Sigue hablando. Retoma el control del discurso. Que no sea un problema para ti y para el público tampoco lo será.
Te comparto cuatro trucos para cuando te quedes en blanco. Para que no se note y puedas continuar tu discurso. Los cuatro van dirigidos a ganar tiempo y dejar que la mente vuelva a encauzar el pensamiento y a traer la palabra y los contenidos que anda buscando.
1. Repite la última palabra que has dicho.
Con tranquilidad, con una pausa que seguro que añade valor a tu discurso. No pasa nada. Los silencios dan valor a aquello que rodean. Repite la palabra dándole peso y mirando con determinación a la audiencia.
En ese momento, es conveniente que tu mente se enfoque en encontrar la palabra. Rehúye pensamientos del tipo “¡socorro! No sé qué hacer!» Porque no te ayudan. Si vienen a tu mente, respira profundamente y lleva tu atención a la sensación del aire entrando por la nariz. Ningún mamífero en situación de peligro respiraría tranquilamente. Estás vaciando el cerebro para permitir que vuelva el contenido perdido.
¿Que no te viene? No pasa nada. Vamos al siguiente truco.
2. Haz un resumen de lo que has hablado hasta ese momento.
“Hasta ahora hemos visto…” y esa recapitulación seguramente te llevará al contenido siguiente que es lo que estás buscando. También puedes aprovechar para preguntar si hay dudas hasta el momento o preguntar retóricamente “¿Todo bien hasta aquí?”.
Recuerda que como orador/a tú dominas los tiempos, las intervenciones y los momentos para las preguntas. No es necesario que abras ningún debate. Simplemente es una pregunta al aire para tu audiencia. Si alguien te dice que no ha entendido algo, es una oportunidad fantástica para repetir y resumir lo que has dicho hasta el momento y más tiempo tienes para recuperar la palabra perdida.
¿Tampoco te acuerdas? Seguimos. Siguiente truco para cuando estás en blanco.
3. Cuenta una historia.
Obviamente la tienes preparada y ensayada, pero cuéntala como si fuera improvisada, como si fuera una anécdota que tienes que contar sí o sí. Si es algo divertido, ameno y fácil para ti también te servirá para rebajar el nivel de estrés. Cuando tú disfrutas, tu público disfruta contigo.
4. Pregunta a la audiencia ¿Qué os parece lo que estoy hablando?
¿Alguien me puede poner un ejemplo? Y con esa interactuación serán los propios espectadores quienes te sugerirán por dónde ibas y te resultará fácil recordar el contenido que viene a continuación.
¿Y si tampoco me acuerdo?
Con la historia y preguntando a los asistentes has provocado una ruptura del discurso que te permite perfectamente preguntar con naturalidad ¿Por cierto, por dónde iba?
Hagas lo que hagas, sigue hablando. Es normal quedarse en blanco porque exponerse a hablar en público es una de las tareas más contra natura que puede realizar el ser humano, como te he explicado.